jueves, 6 de septiembre de 2018

La disociación: Cuando la mente se desconecta de la realidad para protegernos.


En este artículo vamos a profundizar sobre el mecanismo de disociación, un  recurso de adaptación de nuestro cerebro que puede convertirse en un arma de doble filo.

  • Afrontar una situación traumática no es fácil. El costo emocional, y a veces físico, suele ser elevado, hasta tal punto de que a veces nos preguntamos si podremos sobrevivir emocionalmente a esa experiencia. Sin embargo, aunque no contemos con los recursos psicológicos necesarios para enfrentar el trauma, muchas veces podemos seguir adelante gracias a un mecanismo que nuestro cerebro pone en marcha para protegernos: la disociación.
    disociación

    ¿Qué es la disociación?

    La disociación es un mecanismo adaptativo que “desconecta” nuestra mente de la realidad cuando nos encontramos ante una situación límite que sobrepasa nuestros recursos psicológicos de afrontamiento. Es una “distancia de seguridad” que reduce el impacto emocional, la tensión, el miedo y el dolor del momento.
    Este mecanismo se activa de forma instintiva cuando nuestro inconsciente comprende que no hay salidaalgo común en los casos de abuso infantil y violaciones, donde la víctima no puede escapar. Entonces se activa un mecanismo de defensa pasivo que produce una especie de parálisis física y un estado de anestesia emocional. De hecho, muchos animales aplican este mecanismo de manera innata para evitar que los depredadores sigan atacando. Cuando no podemos huir de una situación terrible, nuestra mente no quiere estar en el cuerpo y termina evadiendose de la realidad.
    En la disociación, el cerebro emocional responde ante la situación traumática desconectando el córtex anterior, de manera que no podemos regular nuestro comportamiento conscientemente. La amígdala, el principal centro emocional del cerebro, activa la producción de cortisol, una hormona que termina inhibiendo el funcionamiento del hipocampo, la estructura que nos permite dar significado a nuestras experiencias y ubicarlas en nuestra historia vital. También se activa la producción de opioides, unos neurotransmisores que actúan como un anestésico natural y nos permiten soportar mejor el dolor físico y/o emocional.
    Esa es la razón por la cual, cuando sufrimos un estado de disociación ante una experiencia traumática, no mostramos expresiones faciales de dolor y nos resulta muy difícil recordar lo sucedido e hilvanar la historia de principio a fin.

    Los síntomas disociativos después de un trauma

    Los síntomas disociativos que pueden darse después de una situación de un gran impacto emocional son:
    • Lagunas de memoria. Cuando sufrimos un trauma, es habitual que “ocultemos” en el inconsciente algunos o todos los recuerdos del episodio. Se trata de una especie de mecanismo de defensa que nos permite “archivar” el trauma hasta que estemos preparados para enfrentarlo. En ocasiones, podemos “rellenar” esas lagunas de la memoria con experiencias que en realidad no ocurrieron para intentar darle un sentido coherente a la historia, lo cual explica por qué recordamos situaciones que nunca sucedieron. Por lo general, estas lagunas aparecen de forma abrupta y pueden durar algunas horas, días o incluso años, dependiendo del impacto emocional del trauma y de los recursos psicológicos que desarrollemos para afrontarlo.
    • Anestesia emocional. En algunos casos, sobre todo cuando el impacto emocional del trauma ha sido muy fuerte, se produce una especie de anestesia emocional que sirve para protegernos de nuestros recuerdos. Se trata de un estado de desapego y desconexión, que puede ser parcial o total, lo mismo ante eventos negativos que positivos. A veces, esa anestesia emocional es tan intensa que podemos llegar a sentirnos ajenos a nosotros mismos, de manera que vivimos lo que nos sucede en tercera persona, como si se tratara de una película.
    • Pesadillas. Cuando experimentamos una disociación, solemos apartar la situación traumática de nuestra mente consciente, pero es usual que revivamos pequeños flashes del episodio traumático en forma de pesadillas. Muchas veces, esos flashes no son imágenes directas de lo ocurrido, sino que son representaciones ficticias que hacen alusión al trauma.
    • Síntomas psicosomáticos. En la mayoría de los casos, los estados disociativos terminan generando problemas psicológicos que afectan la salud física. Lo más común es que se manifiesten a través de molestias gastrointestinales o dolores musculares, pero también pueden desencadenar trastornos dermatológicos, alteraciones metabólicas o dar lugar a enfermedades psicosomáticas más complejas.

    Las consecuencias de la disociación

    La disociación nos permite sobrevivir a experiencias traumáticas que, de otra forma, probablemente no hubiéramos podido afrontar o que habrían representado un costo emocional demasiado alto. Sin embargo, si este mecanismo no se supera, si no logramos integrarlo en nuestras experiencias de vida, se mantiene activo y puede dar pie a trastornos disociativos más complejos, como por ejemplo:
    cuales son los síntomas disociativos
    • Amnesia disociativa. Es un trastorno caracterizado por la incapacidad para recordar eventos importantes de nuestra vida, generalmente de carácter estresante o traumático. Esa ausencia de recuerdos termina creando un estado de confusión e inseguridad que no solo afectará nuestra estabilidad emocional, sino que también nos impedirá mantener relaciones sociales asertivas y duraderas.
    • Trastorno de identidad disociativo. Conocido antiguamente como personalidad múltiple, se distingue por la presencia de dos o más estados de la personalidad bien definidos que se presentan indistintamente. Cuando adoptamos la otra personalidad, nuestras preferencias, actitudes y perspectivas cambian y comenzaremos a sufrir lagunas de memoria con los episodios recientes. Como resultado, descubriremos evidencias de cosas que no recordamos haber hecho.
    • Trastorno de despersonalización/desrealización. Se trata de una alteración compleja caracterizada por la sensación de extrañeza y falta de familiaridad con nuestro cuerpo o acciones. Podemos sentir que estamos dentro de un cuerpo que no es el nuestro o experimentar un distanciamiento del entorno, de manera que nos percibimos con una sensación de irrealidad.

    Los daños que implica culpabilizar a las víctimas por no defenderse

    En el imaginario popular se considera que una persona ha sido víctima de un trauma si muestra signos de lucha, sufrimiento y una profunda afectación emocional. Sin embargo, esa imagen se corresponde únicamente con una de las posibles reacciones ante el trauma, obviando la existencia del mecanismo de disociación.
    Debemos tener en cuenta que un trauma no es el hecho en sí, sino la conjugación de las circunstancias que vivimos, el significado que les conferimos y nuestros recursos psicológicos de afrontamiento. Eso significa que todos no reaccionamos de la misma manera y que, ante una agresión o situación de riesgo, cada persona activará el mecanismo de afrontamiento que considera más seguro y efectivo para sobrevivir: intentará huir si es posible; luchará si cree que tiene oportunidad de ganar o asumirá una actitud pasiva para intentar reducir el impacto del trauma.
    La elección de uno u otro mecanismo de afrontamiento dependerá de las circunstancias y de nuestra capacidad para adaptarnos a ellas, lo que significa que una elección no es mejor ni más válida que otra. De hecho, la decisión más inteligente, entendiendo la inteligencia como nuestra capacidad para adaptarnos a las circunstancias, es aquella que nos permita sobrevivir.
    Por desgracia, aunque asumir una postura pasiva puede, literalmente, salvarnos la vida en una situación de abuso sexual, muchas víctimas experimentan una profunda sensación de vergüenza y culpa, lo cual representa una carga añadida al dolor emocional que ha generado el trauma. Si a esto se le suma la crítica y el enjuiciamiento social por la manera de afrontar el evento, el precio emocional que tiene que pagar la víctima es demasiado elevado. Por eso, culpabilizar a las víctimas de agresiones sexuales por no defenderse es un error terrible.

    Ejemplo de un caso real de disociación: La víctima de “La manada”

    Un caso muy conocido de disociación ante un evento traumático fue el que sufrió la víctima de “La manada”. Una chica que, ante la crueldad ejercida conscientemente por un grupo de atacantes que la superaban en fuerza y número, apostó por la única salida que tenía: desconectarse de la realidad. Ello explica por qué su rostro no mostraba ninguna reacción de rechazo evidente, por qué no se defendió y por qué sus recuerdos sobre esa noche son tan vagos e incongruentes.
    Uno de los jueces calificó su reacción como extraña, asumiendo que la falta de señales de lucha y/o rechazo suponía un consentimiento implícito, lo cual incidió en la sentencia. En realidad, esa chica reaccionó como lo haría cualquier víctima de una agresión sexual que no tiene escapatoria: cuando su inconsciente comprendió que no había salida, para sobrevivir y aliviar el dolor, tuvo que “desconectarse”.
    Por desgracia, sobrevivir a esta agresión sexual fue solo la primera prueba a la que la víctima de “la manada” tuvo que enfrentarse, porque luego llegó la culpa, la vergüenza por lo sucedido y, más tarde, la recriminación de un poder judicial que puso en tela de juicio su inocencia ante lo que, a todas luces, fue un acto brutal y violento. Y se pasó de juzgar a los agresores, a juzgar a la víctima.
    qué es disociación psicológica
    Lo peor, es que no solo se culpabilizó a esta víctima, sino que esa sentencia también culpabilizó a todas las otras víctimas de abusos sexuales que solo han podido recurrir al mecanismo de disociación para salvar su vida y/o su integridad psicológica. Esta sentencia deja entrever que solo hay violación cuando una mujer prefiere la muerte a la deshonra y que está obligada a demostrar su inocencia desafiando a sus agresores.
    Sin embargo, no debemos olvidar que todas las violaciones no son actos impulsivos, hay muchas, como en el caso de “La manada”, en la que los agresores crean una situación que anula subjetivamente a la víctima. La violencia más trágica, dañina y duradera no suele ser la que causa heridas en el cuerpo, sino aquella simbólica que implica la anulación de la voluntad, la humillación y la deshumanización. Lo peor de todo es que el sufrimiento que deja esa violencia se multiplica cuando ese dolor no es reconocido.

    Tratamiento psicológico de la disociación y los síntomas disociativos

    El abordaje del trauma y de los síntomas disociativos se debe hacer en tres etapas: primero estabilizar y fortalecer emocionalmente a la víctima, luego  lograr el reprocesamiento emocional de los recuerdos traumáticos y por último, habría que pasar la fase de reconexión y reintegración de la personalidad.
     En Albiach Psicólogos somos especialistas en el tratamiento de estos traumas. 

domingo, 19 de agosto de 2018

Síndrome Postvacacional: Qué es y como aliviar sus efectos.

El síndrome postvacacional produce una sensación de tristeza, apatía, falta de energía o motivación al incorporarnos a nuestro trabajo o rutina diaria tras acabar el periodo de vacaciones


Qué es el síndrome postvacacional y cómo podemos aliviar sus efectos

El síndrome postvacacional produce una sensación de tristeza, apatía, falta de energía o motivación al incorporarnos a nuestro trabajo o rutina diaria tras acabar el periodo de vacaciones.

Las personas más propensas a sufrir el síndrome postvacacional son aquellas que tienen una menor resistencia ante la frustración, los trabajadores que disfrutan de vacaciones más largas, trabajan en un entorno desagradable, no les gusta su trabajo, se consideran poco valorados por sus superiores o tienen un mal jefe.

Qué es el síndrome postvacacional

El síndrome postvacacional no es una patología como tal, sino un “trastorno adaptativo”. La persona que lo sufre tiene una sintomatología similar al estrés cuando, al final de un periodo de descanso más extenso de lo habitual, no se ve capaz de responder al alto número de demandas que supone la vuelta a la rutina o el regreso a su vida laboral.

Cómo se manifiesta

Sus síntomas pueden variar de tipología e intensidad según sea la persona, su entorno y sus responsabilidades u obligaciones, pero por lo general el síndrome postvacacional se caracteriza por un cuadro de características comunes al estrés y/o la ansiedad, tales como:
  • Bajo estado de ánimo.
  • Decaimiento.
  • Apatía.
  • Ansiedad.
  • Falta de energía.
  • Sensación de hastío.
  • Percepción de no ser capaz de adaptarse de nuevo al entorno laboral.

Cuáles son sus efectos

Cualquier cuadro de estrés disminuye considerablemente la calidad de vida y el rendimiento de quien lo padece. Sin embargo, el síndrome postvacacional no suele durar más de 2 ó 3 de semanas.
Muy pocos casos precisan ayuda profesional, pero en ocasiones la presión de la vuelta al trabajo y/o a la rutina diaria puede causar estrés agudo con todos los signos que lo caracterizan: malestar, ansiedad, depresión, palpitaciones, sudoración, hiperventilación, taquicardias, temblores, cambios de humor, etc.
Si estos síntomas debidos a los cambios adaptativos se perpetúan más allá de un mes, pueden dar lugar a un verdadero síndrome de ansiedad generalizada o un estrés crónico. Ante esta situación, lo mejor es consultar con un especialista.

Consejos para combatirlo

Lo mejor para combatir el síndrome postvacacional es prevenirlo para evitar su aparición. Para ello, pueden llevarse a cabo algunas conductas como:
  • Lo más importante es reservar unos días al final de nuestras vacaciones para nuestra adaptación y programar el regreso a casa de forma anticipada y relajada.
  • No volver de las vacaciones justo el día anterior a la vuelta al trabajo, sino varios días antes. Esto nos permite prepararnos física y mentalmente para el retorno a la actividad laboral.
  • También es recomendable reanudar las actividades extralaborales para adaptarlas lo antes posible a la rutina típica del periodo laboral y hacer ejercicio físico para mantenerse activo durante las vacaciones.
  • Adaptar los horarios a los habituales de forma suave y progresiva. Por ejemplo: podemos ir adelantando poco a poco la hora de acostarnos y levantarnos una semana antes del regreso al trabajo, para que después la incorporación laboral no nos cueste tanto.
  • No acometer nuestras actividades habituales de forma brusca e intensa, sino dándonos tiempo para adaptarnos a la nueva situación y programarlas a lo largo del día en función del nivel de energía y humor que tengamos.
  • Aunque no sea algo directamente relacionado con el síndrome postvacacional, mantener una buena alimentación y unos hábitos saludables durante las vacaciones también puede ayudar.
  • Tomarse con calma la vuelta a la rutina también es un factor clave. Se debe evitar, en la medida de lo posible, el estrés en el trabajo.
Para superar las molestias derivadas de una mala adaptación al cambio de vida que supone el regreso de las vacaciones, también podemos seguir seguir algunas pautas:
  • Empezar de manera gradual con la intensidad del trabajo, intentando acometer primero, si es posible, aquellas tareas que nos resulten más gratas.
  • No llevarse trabajo a casa.
  • Aprovechar los tiempos de descanso para realizar alguna actividad agradable, para las relaciones sociales o familiares.
  • Dormir adecuadamente y mantener horarios regulares tanto en las rutinas diarias como en las horas de acostarse y levantarse.
  • Practicar la relajación de forma regular para ayudarnos a eliminar pensamientos catastrofistas o ideas irracionales que puedan darnos ansiedad.
En definitiva, lo más importante es hacer que el cambio de las vacaciones al trabajo sea lo menos brusco posible y afrontar con actitud positiva la vuelta a la rutina para ayudarnos a combatir la desmotivación que supone “la vuelta a la realidad” después de las vacaciones.Las personas más propensas a sufrir el síndrome postvacacional son aquellas que tienen una menor resistencia ante la frustración, los trabajadores que disfrutan de vacaciones más largas, trabajan en un entorno desagradable, no les gusta su trabajo, se consideran poco valorados por sus superiores o tienen un mal jefe.

Qué es el síndrome postvacacional

El síndrome postvacacional no es una patología como tal, sino un “trastorno adaptativo”. La persona que lo sufre tiene una sintomatología similar al estrés cuando, al final de un periodo de descanso más extenso de lo habitual, no se ve capaz de responder al alto número de demandas que supone la vuelta a la rutina o el regreso a su vida laboral.

Cómo se manifiesta

Sus síntomas pueden variar de tipología e intensidad según sea la persona, su entorno y sus responsabilidades u obligaciones, pero por lo general el síndrome postvacacional se caracteriza por un cuadro de características comunes al estrés y/o la ansiedad, tales como:
  • Bajo estado de ánimo.
  • Decaimiento.
  • Apatía.
  • Ansiedad.
  • Falta de energía.
  • Sensación de hastío.
  • Percepción de no ser capaz de adaptarse de nuevo al entorno laboral.

Cuáles son sus efectos

Cualquier cuadro de estrés disminuye considerablemente la calidad de vida y el rendimiento de quien lo padece. Sin embargo, el síndrome postvacacional no suele durar más de 2 ó 3 de semanas.
Muy pocos casos precisan ayuda profesional, pero en ocasiones la presión de la vuelta al trabajo y/o a la rutina diaria puede causar estrés agudo con todos los signos que lo caracterizan: malestar, ansiedad, depresión, palpitaciones, sudoración, hiperventilación, taquicardias, temblores, cambios de humor, etc.
Si estos síntomas debidos a los cambios adaptativos se perpetúan más allá de un mes, pueden dar lugar a un verdadero síndrome de ansiedad generalizada o un estrés crónico. Ante esta situación, lo mejor es consultar con un especialista.

Consejos para combatirlo

Lo mejor para combatir el síndrome postvacacional es prevenirlo para evitar su aparición. Para ello, pueden llevarse a cabo algunas conductas como:
  • Lo más importante es reservar unos días al final de nuestras vacaciones para nuestra adaptación y programar el regreso a casa de forma anticipada y relajada.
  • No volver de las vacaciones justo el día anterior a la vuelta al trabajo, sino varios días antes. Esto nos permite prepararnos física y mentalmente para el retorno a la actividad laboral.
  • También es recomendable reanudar las actividades extralaborales para adaptarlas lo antes posible a la rutina típica del periodo laboral y hacer ejercicio físico para mantenerse activo durante las vacaciones.
  • Adaptar los horarios a los habituales de forma suave y progresiva. Por ejemplo: podemos ir adelantando poco a poco la hora de acostarnos y levantarnos una semana antes del regreso al trabajo, para que después la incorporación laboral no nos cueste tanto.
  • No acometer nuestras actividades habituales de forma brusca e intensa, sino dándonos tiempo para adaptarnos a la nueva situación y programarlas a lo largo del día en función del nivel de energía y humor que tengamos.
  • Aunque no sea algo directamente relacionado con el síndrome postvacacional, mantener una buena alimentación y unos hábitos saludables durante las vacaciones también puede ayudar.
  • Tomarse con calma la vuelta a la rutina también es un factor clave. Se debe evitar, en la medida de lo posible, el estrés en el trabajo.
Para superar las molestias derivadas de una mala adaptación al cambio de vida que supone el regreso de las vacaciones, también podemos seguir seguir algunas pautas:
  • Empezar de manera gradual con la intensidad del trabajo, intentando acometer primero, si es posible, aquellas tareas que nos resulten más gratas.
  • No llevarse trabajo a casa.
  • Aprovechar los tiempos de descanso para realizar alguna actividad agradable, para las relaciones sociales o familiares.
  • Dormir adecuadamente y mantener horarios regulares tanto en las rutinas diarias como en las horas de acostarse y levantarse.
  • Practicar la relajación de forma regular para ayudarnos a eliminar pensamientos catastrofistas o ideas irracionales que puedan darnos ansiedad.
En definitiva, lo más importante es hacer que el cambio de las vacaciones al trabajo sea lo menos brusco posible y afrontar con actitud positiva la vuelta a la rutina para ayudarnos a combatir la desmotivación que supone “la vuelta a la realidad” después de las vacaciones.

Si estos consejos no son suficientes en nuestro Centro de Psicología en Valencia "Albiach Psicólogos" podemos ayudaros, sólo tenéis que poneros en contacto con nosotros y nuestro equipo de psicólogas os ayudarán

martes, 5 de junio de 2018



Adicción y apuestas Online.
Cuando Jugar es un problema



Actualmente, la adicción a los juegos de azar y apuestas online ha alcanzado proporciones preocupantes. En 1977 se legalizó el juego en España ofreciendo una oferta cada vez más amplia de juegos de azar y apuestas. Con ello aumentó el  número de personas que experimentan más problemas para controlar sus apuestas.
El juego a las apuestas online, empieza a ser una conducta patológica cuando aparece una dependencia psicológica.
Se caracteriza por el deseo e impulso a participar en juegos de azar o apuestas online, apareciendo una incapacidad de resistirse al impulso de jugar. Asimismo, se da una pérdida de control e impotencia. Los síntomas deben estar presentes durante un periodo de tiempo continuado. La situación llega a alterar los diferentes ámbitos de la vida del individuo. Tanto a nivel laboral, académico, familiar y las relaciones sociales.

APUESTAS ONLINE ¿POR QUÉ SE GENERA LA ADICCIÓN?

Hay diferentes tipología de juegos (recreativos o los de azar). Entre los juegos de azar dónde hay una recompensa económica, encontraríamos las apuestas online. Las posibilidades de ganar o perder, no dependen exclusivamente de la habilidad del jugador, sino del azar. No existe un control sistemático de los resultados del juego.
Las variables que afectan en la adicción de todos los tipos de  juegos de azar son la inmediatez de la recompensa, en que sabemos con rapidez la respuesta de la acción, si hemos obtenido el premio o si la jugada es perdedora. Es una actividad repetitiva y autoestimuladora con un reforzamiento intermitente. Intercala las acciones como premio y otras no. Otro de los mecanismos que están presentes en la adicción a las apuestas online, es la elevada probabilidad de ganar. Suele ser más elevado en las modalidades online que presenciales. Además las condiciones ambientales en las que se lleva a cabo el juego facilitan su desarrollo: como la disponibilidad en la amplia oferta de juegos que existen, la intimidad en llevarlo de forma anónima y su comodidad en apostar donde quiera y cuando quiera.

La adición a las apuestas online, son las que suscitan más demandas de tratamiento.
Para tratar este tipo de conducta adictiva, los tratamientos psicológicos y concretamente los cognitivo conductuales, han demostrado su eficacia. La intervención se caracteriza en el reconocimiento de la conducta adictiva. Se restablecerá el estilo de vida y se promoverán recursos conductuales que faciliten comportamientos alternativos a la conducta del juego.

¿TE SIENTES IDENTIFICADO?

Si es tu caso o el de algún allegado, lo principal para poder salir de ello es ser consciente y ser capaz de reconocerlo. El segundo paso es que ser capaz de expresar tus sentimientos y la situación. Podéis contar con nuestro equipo de psicólogos siempre que lo necesitéis. 

Albiach Psicólogos, Centro de Psicología en Valencia.
Calle Padre Tomás de Montañana 22-1F
Tel. 963721985
www.albiachpsicologos.es

domingo, 20 de mayo de 2018

Sentirse Vacio. Un síntoma de algo más

Sentirse vacío es una de las peores sensaciones que puede experimentar una persona. Si sientes un vacío interior, si en los últimos tiempos nada te motiva y crees que la vida ha perdido el sentido, es probable que estés atravesando por un período de vacío existencial. Muchas personas experimentan ese sentimiento de vacío en algún momento a lo largo de su vida, el cual llega acompañado de soledad, anhedonia y la sensación de estar desconectado del mundo.

¿Qué causa ese sentimiento de vacío emocional?

El vacío emocional puede estar causado por muchas razones. Una de las más habituales es la pérdida de un ser querido, ya sea porque ha muerto o porque se ha producido una separación. Sin duda, la ausencia de la persona que durante cierto tiempo le ha proporcionado un propósito y estructura a tu vida, puede desencadenar esa sensación de vacío interior. Ocurre con frecuencia cuando se pierde un hijo (o cuando estos se van de casa) o se produce una separación de pareja.
La sensación de vacío también puede desencadenarse por la pérdida del trabajo, sobre todo si era muy importante para ti y muchos de tus sueños, expectativas y metas dependían de él. Un cambio repentino que te obligue a renunciar a una parte trascendental de tu vida, como puede ser la mudanza a otro país o una enfermedad, también puede generar ese sentimiento de vacuidad. De hecho, en los periodos de transición suele aflorar esa sensación de vacío existencial, ya que estas etapas van acompañadas de incertidumbre y suelen demandar una reestructuración importante en los planes de vida
Sin embargo, es importante comprender que esas situaciones solo actúan como desencadenantes. El sentimiento de vacío no se debe exclusivamente a la pérdida sino que se relaciona más con el “yo”. El vacío existencial es, ante todo, una disociación que implica la pérdida de contacto con uno mismo. Es como si poco a poco te fueras desconectando de ti y comienzas a ver pasar tu vida sin ningún interés, como si fueras un mero espectador de una obra que carece de sentido.
Lo que sucede es que mientras te mantenías enfocado en un objetivo o una persona, no le prestabas atención a lo que sucedía dentro de ti, a esa progresiva reducción de tu esfera de intereses. Por eso, en la base de esa vacuidad también se suele esconder un estado de frustración existencial provocado por las metas, anhelos y expectativas malogradas.
 Por ende, la sensación de vacío también implica un problema de auto-aceptación y una incapacidad para encontrar nuevos sentidos que te permitan reencauzar tu vida.

Los problemas que acarrea el vacío existencial

Sea cual sea la causa, ese sentimiento de vacío puede hacer que te sientas embotado emocionalmente, sin ánimos, solo y/o ansioso. Algunas personas intentan llenar ese vacío con una larga lista de actividades diarias que les impidan pensar, otras encuentran consuelo en la comida o sustancias adictivas como las drogas y el alcohol y otras se refugian en las compras compulsivas. Sin embargo, ninguna de esas alternativas son soluciones definitivas, son paliativos momentáneos que solo sirven para acrecentar aún más la sensación de vacío interior.
Cuando el vacío existencial no se aborda, lo más común es que la persona termine sufriendo una depresión, la cual se acompaña de la pérdida de la capacidad para experimentar placer, sentimientos de desesperanza e indefensión, así como, en los casos más graves, de ideación suicida. 
Se ha apreciado que las personas que padecen depresión y anhedonia muestran un funcionamiento cerebral diferente. Varios estudios señalan que se produce una disrupción del mecanismo que nos permite experimentar placer.
Cuando algo nos agrada, la dopamina inunda algunas partes del cerebro, como el cuerpo estriado, una zona relacionada con la identificación de los estímulos significativos emocionalmente y la activación de las respuestas emocionales correspondientes de alegría, gozo y satisfacción.
Sin embargo, en las personas deprimidas que sufren anhedonia el cuerpo estriado es hipoactivo mientras que la corteza prefrontal ventral, un área vinculada con los estímulos aversivos y desagradables, es hiper-reactiva.
En otras palabras, el cerebro de estas personas solo responde ante los estímulos negativos, lo cual contribuye a fortalecer la tristeza, la desesperanza y la sensación de vacío. Afortunadamente, este mecanismo se puede revertir con el tratamiento adecuado.

Cómo dejar de sentirse vacío

  1.  Reconoce el vacío. Es fundamental que no te refugies en comportamientos dañinos para esconder el vacío que sientes. El primer paso para dejar atrás esa sensación consiste en reconocerla. En vez de rechazar o intentar esconder esa sensación, di simplemente “me siento vacío”. No es necesario que te enojes ni que te sientas mal contigo mismo, ese sentimiento de vacío tan solo significa que tendrás que encontrar un nuevo sentido.
  1. Asume el vacío como una oportunidad. Un estudio realizado por investigadores canadienses y croatas demostró que la sensación de vacío y soledad se experimenta de manera diferente según la cultura. De hecho, en la filosofía taoísta y budista el vacío, el estado de Śūnyatā, se considera algo positivo ya que implica que no estamos aferrados a nada. Por eso, aunque en la cultura occidental el vacío existencial está rodeado de un halo negativo, puedes cambiar la perspectiva y asumirlo como una etapa más en tu vida que te brinda una oportunidad para cambiar y explorar nuevos horizontes. Aunque sentir ese vacío puede que no sea muy agradable, es una señal de que necesitas cambiar e ir más allá, por lo que no es necesariamente algo negativo.
  2.  Deja de buscar fuera, mira dentro de ti. El vacío no se puede llenar con nada literal, no se puede rellenar con cosas, solo puede colmarse con símbolos que tengan un significado especial para ti. Eso significa que lo que llena a una persona y le da sentido a su vida, puede no funcionar en tu caso. La búsqueda de sentido siempre es un viaje personal, por lo que es esencial que mires en tu interior y encuentres tus propios significados, aquello que te hace vibrar, motiva e ilusiona.
  3.  Pasa tiempo contigo. Recuerda que el vacío existencial es, en cierta forma, una desconexión de ti mismo. Es probable que durante mucho tiempo te hayas descuidado, por lo que es importante que comiences a explorar tus deseos, miedos, esperanzas y sueños, lo cual te ayudará a crear nuevos significados en tu vida. Quizá al principio te sientas incómodo, pero a medida que cuides más de ti y aprendas a conocerte mejor, ese sentimiento de vacío irá desapareciendo.
  4. Reconfórtate. Si has pasado mucho tiempo anteponiendo las necesidades de los demás a las tuyas, es probable que tu “yo” se haya debilitado. Para remediarlo debes comenzar a mimar y reconfortar al “niño interior” que hay en ti, dale una palmadita en el hombro cada vez que hace algo bien. Esa nueva forma de relacionarte contigo mismo te ayudará a fortalecer tu autoestima y aumentar tu autoconfianza, de manera que el sentimiento de vacío no tardará en desvanecerse.

La logoterapia como camino para la búsqueda del sentido de la vida

“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida”, escribió el psiquiatra, creador de la logoterapia y autor del famoso libro “El hombre en busca de sentido”,  Víktor Frankl.
  1. A través de la logoterapia el psicólogo acompaña a la persona que sufre una crisis existencial o un vacío emocional en el camino que la conducirá a reencontrar el sentido de su vida.
    Llenar ese vacío significa que tendrás que reconstruir tu identidad y volver a conectar con los demás, con la vida y contigo mismo. Si te parece que se trata de una tarea titánica, puedes contar con ayuda psicológica.  Albiach psicólogos te ayudaremos a dejar de sentirte vacío y reencontrar la pasión por la vida.
    Durante la terapia tendrás que afrontar preguntas trascendentales: para qué sirvo, qué quiero hacer en mi vida, qué me satisface de verdad… Estas preguntas te conducirán a un proceso de redescubrimiento interior, de manera que puedas explorar tus diferentes facetas e intereses, lo cual te permitirá plantearte nuevas metas y comprender que más allá de las circunstancias, tienes la libertad de elegir cómo reaccionar.
    Además de la logoterapia, en terapia se utilizan otras herramientas para superar la sensación de vacío emocional,  como el coaching para establecer objetivos o la hipnosis, para cambiar los pensamientos y emociones negativas por otros más positivos y conectar con tu motivación y fuerza interior.